A veces el debate en torno al futuro del trabajo se centra en elaboradas cuestiones sobre lo que será o no será el mundo de aquí a unos años. Vemos predicciones dignas de adivinos y futurólogos, sobre cómo nos quedaremos sin empleo o sobre la influencia que tendrá la tecnología en nuestras vidas. Lo cierto es que lo único que desde la economía certeramente podemos afirmar, es como bien decía el británico John Keynes, “en el largo plazo todos estaremos muertos”. Nada más real ni científico que ésto. Pero salgamos del fatalismo y concentrémonos en argumentos no del futuro, sino del presente del trabajo.
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